“La ideología progresista de la autodeterminación del hombre está transmitiendo mensajes totalmente confusos y contradictorios. Estamos escandalizados por el aumento de suicidios pero, al mismo tiempo, le estamos diciendo a los adolescentes que el hombre tiene derecho a autodeterminarse, a decidir cómo y cuándo tiene que marcharse de este mundo. ¿En qué ayuda éso?” Obispo José Ignacio Munilla.
No
tengo la más remota idea de quién es este hombre, pero se gana mi
respeto. Aunque me cuesta entender que se haga la pregunta. Sin
tapujos, sembrar la idea de la destrucción del ser humano.
El
objetivo de la ideología progresista, también conocida como woke,
bajo mi punto de vista y guiada mucho por lo que dicta mi corazón,
entiendo que busca o intenta transmitir como objetivo la idea de que
sería positivo la desaparición de la especie humana.
Por
todos es sabido que el ser humano ha colonizado el plantea Tierra,
somos cerca de 8 mil millones de seres humanos poblándola, con el
consiguiente perjuicio para ella. Porque, por la gran masa es conocido,
que el humano es muy dañino, de hecho somos los artífices de la
destrucción del planeta. El cambio climático es culpa del ser
humano, la desaparición de especies animales también, la capa de
ozono la abrimos nosotros/as (leí hace tiempo que ya se estaba
cerrando, no sé si también ha influido la mano humana o ha sido a
título individual y voluntario). El ser humano está sobrando. Nos
transmiten la idea de que somos dañinos y bien podríamos
extinguirnos. Cierto que el humano es, tristemente, peligroso para
otras especies y para el planeta. Pero dudo que más que otra
especie. Nos movemos demasiado, usamos transportes contaminantes, y
éso conlleva una carga nociva para el medio ambiente, cazamos por
hobbie, por tanto es innecesario y afecta a otras especies y, por
supuesto, nos alimentamos en exceso. Pero es el mismos ser humano que
recicla, que colabora en el bienestar de aquellos animales que se
encuentran en peligro o con necesidades, que se alimenta bajo el
cultivo de sus propias tierras, evitando su deterioro y ofreciendo
calidad. En todo caso, seremos compensatorios, hacemos y deshacemos.
Desgraciadamente,
la sociedad actual sigue sin dar el valor a la vida que ésta merece,
el aborto está al alcance de cualquiera, el aborto es la primera
oferta ante un embarazo no deseado, el asesinato no conlleva más de
tres o cinco años de prisión, el suicidio no produce una alarma
social, estamos viviendo en la era de la aceptación de la
destrucción como forma de vida. Hace años decía en mi entorno que
nos estábamos deshumanizando, que comíamos con los informativos
emitiendo sangre, bombas, gritos, sufrimiento, y no nos afectaba.
Ahora ya ha saltado el margen de lo real para extenderlo a la
ficción: ¿Alguien sabría decirme una serie o película actual en
la que la violencia, en cualquiera de sus manifestaciones, no
aparezca? Torturas, asesinatos, violaciones y el apocalipsis son la
guía de los contenidos de ficción.
En
el año 2023 en España, curiosamente, baja el índice de suicidio un
6.5 % y, curiosamente, sube un 6.1% el de accidentes domésticos
colocándose como la principal causa de muerte externa. Es evidente
que interesa ocultar el suicidio, dejar que siga su curso natural y
no actuar para paliarlo. ¿Por qué los informativos informan de cada
caso de mujer asesinada por su pareja, pero no de los miles de
suicidios cada año?
Es
obvio que el sistema nos quiere ir eliminado poco a poco. Y no sólo
abre las posibilidades para que ocurra, si no que genera el caldo de
cultivo para que hagamos parte de este trabajo, y frena los elementos
disuasorios. Y es, evidentemente, la opción individual de
autoeliminarnos, el suicidio. Y
para eso, tristemente, llevan tiempo preparando a la sociedad.
Dice
le obispo Munilla en la cabecera: “le
estamos diciendo a los adolescentes que el hombre tiene derecho a
autodeterminarse, a decidir cómo y cuándo tiene que marcharse de
este mundo”.
Lo que les han dicho es que pueden hacer lo que quiera, cuando y como
quieran. Carecen de un referente humano o espiritual, de valores, de
una educación sólida en los que sustentarse ante los avatares de la
vida. Ante las dificultades, me escondo, me escabullo o, desaparezco.
Les han
dicho, e inculcado,
que se puede conseguir una titulación sin esfuerzo, puedes pasar de
curso con asignaturas suspendidas, les decimos que está mal estar
enfermo o sentir tristeza, 24 horas por 7 días a la semana felices y
sanos, les decimos que coman lo que quieran hasta explotar, que no
cuiden de su salud, que ya se hará cargo el sistema, que hagan de la
belleza externa su carta de presentación, hasta el punto de
esclavizarles.
Les decimos que no se hagan cargo de sí mismos. ¿Por qué habrían
de hacerlo cuando algo no sale según lo previsto? ¿No conocen casos
de esa persona que supera con creces la veintena, o incluso ya en los
30, que ni sabe cocinar, ni fregar ni hacer una cama? En este
sentido, o mejor dicho en el contrario, hace unos días me llamó la
atención la experiencia que tuvo el piloto de F1 Franco Colapinto
cuando con 14 años se ve solo en Italia y sin, ni siquiera, conocer
el idioma. Contaba
desastres para comunicarse, cocinar o la limpieza, pero lo hacía.
Será
una raya en el agua, pero también una marca para
su
generación.
Asimismo
se pregunta el religioso: “¿Cómo
es posible que esto suceda en una sociedad
del bienestar que parece satisfacer todas las necesidades
fundamentales?”
No
lo parece, lo es, una sociedad del bienestar, tal y como su nombre
indica, cubre las necesidades para estar bien, comida, agua,
vivienda, salud, trabajo, tiempo libre. Lo que no proporciona es
cubrir necesidades ficticias. No es la panacea. Y no se creó para
eso.
En
otra parte de la entrevista menciona un aspecto al que me
he referido anteriormente:
el
concepto de felicidad. "Que se haya puesto de moda la felicidad es catastrófico, porque se está
diciendo a cada uno que piense en su felicidad psicológica y se
rompe la relación de la felicidad con la justicia, con la ética y
con la felicidad pública. Es una vuelta al narcisismo".
Ya hace que vivimos en la era narcisista. Ya hace tiempo que se
rompió el vínculo con la sociedad como un valor, ya hace tiempo que
nos centramos en el ego y el yo. Y al no ser un valor no es
sustento para el desarrollo de la persona.
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