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El saber de oídas ha engullido el mundo, Byung-Chul Han

 Me compré tantos libros de Chul Han, y son tan intensos en contenidos y reflexión, que me pasaré la vida leyéndolos y leyéndolos. Esa frase que destaco de uno de sus mejores libros, No- cosas, quiebra del mundo de hoy, es la exposición de lo que debería ser, pero no ocurre. 


Hacemos un análisis del contexto de esa frase que empieza con las experiencias epifánicas. Entendidas como “cosas poco llamativas que adquieren súbitamente un carácter sublime y conmovedor”, desde una flor de una maceta marchita a un jarrón medio vacío. “Prestar esa mayor atención a las cosas va emparejada con el olvido y la pérdida de sí mismo”. Y es aquí donde comienza a tomar sentido esa frase si, bajo mi punto de vista, estuviese extendida en nuestra sociedad. Con “pérdida de uno mismo" hace referencia a la posibilidad de salir del estado mental, dejar de actuar en función de dictámenes mentales que se adueñan de uno y lo alejan de su esencia. “En esos momentos el hombre entabla una relación nueva y premonitoria con toda la existencia y empieza a pensar con el corazón”. Y debería ser la forma correcta de actuar, a través del corazón, y no tanto de patrones mentales. Pues son los que nos producen una subyugación, una forma de vivir arrodillado a marcadores que no se corresponden con uno, mayoritariamente establecidos por el sistema.


“La mayor atención a las cosas va emparejada con el olvido y la pérdida en sí mismo”. Prestar atención a esos objetos o momentos insignificantes te aleja de tí mismo, es como una desconexión, y actuar como catarsis y salvación. “Cuando el ego se debilita se torna receptivo a ese silencioso lenguaje de las cosas. Hoy esos momentos epifánicos no son posibles porque el ego se fortalece cada vez más”. Efectivamente, le damos una cabida excesiva a la mente y un poder desmedido para actuar sobre nuestro ser. Siendo la mente un elemento más que debe rendirse al corazón y al estómago. De hecho ya se califica al estómago como el segundo cerebro. Y es debido a sus importantes características, posee gran cantidad de neuronas situadas en el tubo digestivo y su compleja comunidad microbiana influyen en nuestro bienestar general. Sin embargo, vivimos más que nunca en el ego, en la imagen, en la superficie y la superficialidad, en la exposición, constante e inmediata. La mente adquiere ahí su auténtico poder. Nunca será una observadora de las cosas insignificantes, porque es campo del corazón, al que tenemos escondido.


En el ensayo “Conocer de oídas. El acceso sensorial a la sabiduría en los escritos de don Juan Manuel” por Federico Asiss González se hace una valoración de los sentidos y de lo que percibimos. “Los sentidos no son meras ventanas al mundo (...) Los sentidos, como el cuerpo mismo, tienen una historia que habla de una época y de sus luchas estratégicas de poder. En efecto, la forma en que don Juan Manuel teoriza sobre actos de conocimiento terrenos y divinos a través del oído es una muestra de ello. Por el oído se conoce a Dios y a las almas de los súbditos(...)”. Es interesantísimo ubicar en una misma frase las palabras sentidos, oído, historia y Dios. Es hacer que lo intangible, lo no percibido por el ego, lo que hace callar a la mente y someterla a la atención profunda, a la meditación de un objeto, de una cosa para permitir su forma a través de Dios. No es de extrañar, por tanto, que también estemos viviendo un resurgir de la espiritualidad, religiosa o no, del acercamiento a la naturaleza, al silencio, a la meditación, al rezo y al no hacer nada. Porque la vida es contrapuesta, es un yin yang, corazón/ mente, ego/observación, actividad frenética/no hacer nada, ausencia/presencia …etc.


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