En esta película, extraña, extravagante, brutal en ocasiones y en todo momento extraordinaria, de la que pude saber que está entre las 100 mejores películas mejicanas, dirigida por el psicólogo, dramaturgo, actor y psicomago Alejandro Jodorowski, quien también la protagoniza, el protagonista se ve avocado a acabar con la vida de los 4 mejores pistoleros que viven en el desierto para conseguir el amor de la mujer a la que ama. Sin pensarlo dos veces se adentra en el mismo, acompañado y acosado por ella, para ir cumpliendo su cometido. Esta frase quiero recordar que corresponde a la escena en la que acaba con la vida del tercer infeliz. Este hombre pasa su vida entregado al amor de su madre y haciendo unos pequeños objetos de bronce que le sirven para limpiar su sangriento pasado. En un momento del encuentro entre ambos, el pistolero le grita: “la perfección es perderse, y para perderse hay que amar. Tú no amas porque cuando crees que das, en realidad estás tomando”.
La frase en sí recoge, bajo mi punto de vista, una reflexión profunda acerca del amor y del egoísmo, sentimientos muy ligados y yo diría que inseparables. No sólo le reprocha no saber qué es amor, sino que se aprovecha de tomar, de quitar, de adueñarse de algo que se ha de entregar sin esperar nada a cambio, el amor. Es un ladrón, un sinvergüenza, un caradura del sentimiento que le pueden profesar otras personas. Y, sin lugar a dudas, un sufridor.
Siempre, aún inconscientemente, he considerado el amor el motor que nos mueve a diario, que hace que la vida exista, que hace que existamos los seres humanos. Para mí oír esa frase fue muy hermoso. Vivimos tiempo duros, amén de crisis económicas, en las relaciones humanas: hay desconfianza, miedo, huida, cobardía, deslealtad, hay pantalla, imagen, pero poco contenido. Escuchar algo así te reconforta. De igual manera que el sol ha existido toda la vida, el amor también. Tarde o temprano unos y otros dejaremos caer las máscaras para enfrentarnos al amor que nos debemos dar y debemos entregar. No hay otro camino. Ya no.
Volviendo a la frase, se hace referencia al amor para conseguir la perfección. Sinceramente, si te paras a pensarlo detenidamente, es triste pues insisto que el amor debe ser incondicional y no un peldaño para alcanzar la perfección. Ni para alcanzar nada que no sea paz y felicidad. Perfección que, por otra parte, no creo que exista.
Pero, claro, llegados a este punto me planteo: si la perfección no existe, ¿existirá el amor?
Si veis la película, después de disparar al pistolero el protagonista le dice al oído: “la perfección no existe”.
Recuerdo que al oírle decir eso, dos pensamientos me vinieron a la mente. El primero fue: ¡será hijo de puta! Y el segundo, ¿con cual de las dos frases debo titular esta entrada en el blog? ¿Cuál de las dos son las que llevan a una profunda reflexión?
Ahí queda. A ustedes la encomiendo. Por cierto, si alguien lee esto y se anima a verla, la escena de la tía partiendo y lamiendo un higo chumbo no tiene desperdicio.
La frase en sí recoge, bajo mi punto de vista, una reflexión profunda acerca del amor y del egoísmo, sentimientos muy ligados y yo diría que inseparables. No sólo le reprocha no saber qué es amor, sino que se aprovecha de tomar, de quitar, de adueñarse de algo que se ha de entregar sin esperar nada a cambio, el amor. Es un ladrón, un sinvergüenza, un caradura del sentimiento que le pueden profesar otras personas. Y, sin lugar a dudas, un sufridor.
Siempre, aún inconscientemente, he considerado el amor el motor que nos mueve a diario, que hace que la vida exista, que hace que existamos los seres humanos. Para mí oír esa frase fue muy hermoso. Vivimos tiempo duros, amén de crisis económicas, en las relaciones humanas: hay desconfianza, miedo, huida, cobardía, deslealtad, hay pantalla, imagen, pero poco contenido. Escuchar algo así te reconforta. De igual manera que el sol ha existido toda la vida, el amor también. Tarde o temprano unos y otros dejaremos caer las máscaras para enfrentarnos al amor que nos debemos dar y debemos entregar. No hay otro camino. Ya no.
Volviendo a la frase, se hace referencia al amor para conseguir la perfección. Sinceramente, si te paras a pensarlo detenidamente, es triste pues insisto que el amor debe ser incondicional y no un peldaño para alcanzar la perfección. Ni para alcanzar nada que no sea paz y felicidad. Perfección que, por otra parte, no creo que exista.
Pero, claro, llegados a este punto me planteo: si la perfección no existe, ¿existirá el amor?
Si veis la película, después de disparar al pistolero el protagonista le dice al oído: “la perfección no existe”.
Recuerdo que al oírle decir eso, dos pensamientos me vinieron a la mente. El primero fue: ¡será hijo de puta! Y el segundo, ¿con cual de las dos frases debo titular esta entrada en el blog? ¿Cuál de las dos son las que llevan a una profunda reflexión?
Ahí queda. A ustedes la encomiendo. Por cierto, si alguien lee esto y se anima a verla, la escena de la tía partiendo y lamiendo un higo chumbo no tiene desperdicio.
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