En mi mesita de noche hay tres libros: Meditaciones de Marco Aurelio, Vida Contemplativa de Byung Chul Han y El libro del Tao de Lao Tse. Los tres me acompañan más de referencia literaria y vital que como libros de lectura. Son los que te sirven para recapacitar. Y la verdad es que debería añadir la Biblia, pero me da la sensación de que va a ser excesivo.
En esta ocasión me hizo recapacitar la siguiente frase del libro de Lao Tse: “Si temo por mi vida es porque tengo cuerpo, si pudiese prescindir del cuerpo, ¿qué temor sentiría?” La pregunta llega tras la reflexión en el propio texto acerca de la importancia de los favores por la inquietud que generan. Los favores nos posicionan en diferentes estados sociales y, de forma inconsciente, evalúan y degradan. Pedir favores, situación social y las evaluaciones son miedos. Y el principal miedo en la vida es la muerte. Curiosamente algo que sabemos al nacer, pero con lo que no nos acostumbramos a vivir a pesar de los años que tenemos por delante para aceptarlo.
La pregunta es muy básica, pero es seria e interesante. Soy de las que cree que lo básico es importante. De igual manera que la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta. A la postre, es decir lo mismo.
¿Qué pasaría si no tuviésemos cuerpo? Nunca morirías. Porque la energía ni se crea ni se destruye, se transforma. Y somos energía. Somos un campo energético avanzando dentro de una estructura oseomuscular (entre otros elementos). Imaginad que somos un ser etéreo, un campo de energía que queda delimitado por una línea, en vez de por los cuerpos que poseemos.
No tendríamos órganos, no se enfermarían, no morirían, ni el cuerpo, por ende. No tendríamos pelo que cuidar, mantener, lucir, ni tetas que se caigan y haya que mantener erguidas, ni arrugas que muestran el proceso natural de envejecimiento del cuerpo y que tan denostado está; ni pelo que quitar de diferentes partes del cuerpo, con el coste y el sufrimiento que conlleva, no tendríamos labios, ni dientes, ni boca, no hablaríamos, no podríamos haceros daño con el vocabulario, ni criticar, ni brazos que puedan golpear, no tendríamos dientes que mantener, ni ropa que vestir, ni zapato que calzar, no entenderíamos de modas, ni de selfies, no habría comparativa entre los tamaños y formas de los cuerpos, no nos mataría el deseo por comer, ni de hambre, ni de sed, no seríamos adictos a drogas, no pensaríamos ni en exceso ni en defecto.
No moriríamos, simplemente entrarían en contacto las líneas que nos separan creando un nuevo campo de energía. No mueres, te transformas.
Supongo que hay que ser Oscar Wilde para crear una frase de estas características. Un frase llena de sentido y verdad en pocas palabras. No tengo claro si hay que ser una mente lúcida, una persona muy inteligente, una mente simple, ninguna de ellas o la combinación de algunas. Sólo sé que cada una de estas frases hacen que nuestro cerebro recapacite auqnue sea por unos minutos, los que siguen a la escucha o conocimiento de esta frase. Una frase de esta índole, como tantas otras existen, han existido y existirán, permite analizar el sentido de nuestra existencia. Pero también el significado de esas palabras que nos hacen valorarnos, y que nos valoren: fracaso y ambición. ¿Es ciertamente la ambición aquel último reducto, el clavo ardiendo, del fracasado/a? Yo estoy de acuerdo, si bien entiendo el sentido de la frase en que una persona que se siente satisfecha con su persona y el desarrollo que en esta vida hace de ella, no tenga que aspirar a grandes ambiciones. Tal y c
Comentarios