Adols Huxley dejó escrito en “Un mundo feliz”: "Las distracciones de los medios de comunicación sirven de grilletes mentales y, la facilidad para satisfacer el deseo sexual ofrece la falsa sensación de libertad”. Lo llamó felizmente esclavizados.
Resulta llamativamente atractivo y extraordinario que en el año 1932, fecha en la que publico su obra literaria más conocida, fuese capaz de adelantar tanto lo que hoy vivimos plenamente. La literatura que nos marcó un futuro más real de lo que se podría aceptar leyendo la obra.
Vivimos en un totalitarismo de la comunicación de masas, ya no sólo de los medios de comunicación. Nos marcan las pautas de vida los programas, los informativos, los presentadores, la publicidad, los influencers, instagramers, twiteros, creadores de contenido (o contant creator como diría Paro Cardíaco), los videos musicales, los estilistas de imagen, los diseñadores de bodas, bautizos y comuniones, los artistas o pseudoartistas (llamar artistas a un animal que dice en una canción “si sigues en esta actitud voy a violarte, hey que comienzo contigo y te acuso de violar la ley así que no te pongas alsadita yo sé que a ti te gusta porque estás sudadita” es para meterlo de por vida en prisión), las películas, las alfombras de todos los colores de las diferentes presentaciones o entregas de premios (y cada vez hay más; en breve van a hacer falta artistas pa´ tanto premio). Tenemos el cerebro frito, no nos dan opción ni a pensar.
Exacto, obvio, objetivo primordial conseguido: si te paras a recapacitar, a hacer uso del razonamiento para tanta oferta, caerás en la cuenta de que lo que te ofrecen es pura basura, es una adormecimiento mental, psicológico, emocional e intelectual. Lo que hay detrás de esa pantalla es el demonio en su máxima expresión. Su objetivo es la deshumanización, la pérdida de entidad e identidad del ser humano. Y lo más importante, de su libertad. Un ser vivo con un cerebro avanzado como el del homínido, único en la especie animal con capacidad para crear grafías, y con ellas el lenguaje, dominado y alineado es un excelente siervo.
Lo que no nos dijo Huxley es a quién servimos, queda claro que es a Satanás, ¿pero en qué forma sobre la faz de la tierra?
Salir de ese agujero negro, de esa espiral de imágenes, pseudoinformación, sonidos y ruidos y, además, en esa gran actividad, es realmente difícil. Y no atañe a una edad, sector social, género, localización geográfica, color de piel, religión, etc. Ha sido creado de tal manera que abarca al conjunto de la población mundial. No hay distinción. Toda la humanidad absorta, sin contemplación. Es llevar a la manada a un punto, su propia autodestrucción.
Si hubo quien se quejó del poder que tenía la institución eclesiástica en un tiempo no muy lejano. La capacidad para actuar, amansar, abducir, doblegar y dirigir a la masa, ante la simpleza del miedo a Dios como un ser autopoderoso que castigará en el más allá aquello que en vida se haga; imagino que vivirá perplejo ante el ser autopoderoso que es la estética, la belleza y apariencia. La diferencia es que nos deja un resultado más cruel: según el primero en otra vida pagarás por tus pecados; según el segundo, será en ésta, hoy más que nunca serás descartado socialmente ante la presión inhumana e inmoral de la imagen y la apariencia. Difícilmente te sentirás vivo si tu existencia no está ligada directamente a tu presencia en las llamadas redes sociales. Que no socializa, de igual manera que ya hace bastantes décadas la televisión dejó de formar, informar y entretener. Adoctrina, simplemente.
Nos invitaron a alejarnos de la tierra al cemento, de la belleza de lo natural a lo más grotesco de lo artificial, de la belleza del arte a lo grotesco de la producción masiva, del amor al cuerpo al culto y destrucción del mismo, de los valores a la vacuidad, del poder de la razón al poder del seguimiento de la sinrazón, de la fuerza del pensamiento a la fuerza de la idiotización colectiva. Pero fue una oferta que aceptamos gustosamente. Y hoy vivimos felizmente esclavizados.
Y no hay opción, ya no cabe la desgracia, el sufrimiento, la paciencia, la duda, el esfuerzo, sólo hay felicidad, plena e inmediata. Y si no, siempre estará el soma de Huxley de 1932, que llega a nuestros días bajo el término de ansiolítico y antidepresivo. No falla.
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