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¿LA FELICIDAD EXISTE?

     



Vivimos tiempos convulsos en lo que respecta a la salud mental y emocional, al menos en Europa. El mapa de Europa dejó de ser rojo por la zona escandinava para extenderse por todo el continente. En el año 2017 Finlandia y Suecia mantenían tasas destacables de suicidio con 16,3 y 15,4 casos por habitantes. A fecha de 2024 la mayoría de los país con alta tasa de suicidio se localizan en Eurpa del este siendo Lituana la que encabeza la clasificación, mientras que Bélgica, Austria y Suiza, países altamente desarrollados de Europa occidental están entre los 13 primeros del mundo. En España es tristemente desolador y espeluznante, en el año 2022 se suicidaron 3.042 hombres frente a 1.055 mujeres, con una cifra media diaria de 11.2 suicidios por día. 


Esta exposición de datos me sirve para introducir la importancia o no de ser feliz en la vida. ¿Podemos entender que los suicidas eran infelices y, por tanto, decidieron acabar con su vida? Puede que no fuese la causa primordial, pero dudo que hubiesen contestado que sí. La ausencia de felicidad no es motivo para los suicidas. No puede ser simple. Tal vez la necesidad de felicidad y la consecuente frustración sí pueda serlo. O más bien, del concepto de felicidad.


Ramiro A. Calle en su libro “La India mística y secreta” habla sobre este tema con un hombre que encuentra en su viaje. Y ésta es la respuesta que obtiene: “la felicidad es un mito. Usted debe darse cuenta, aceptar plenamente, desde lo más hondo, que la felicidad no existe. renuncie a la felicidad…y tal vez…comience a sentir la felicidad”. Y continúa: “Perseguimos la felicidad como quien persigue a su sombra. El resultado es la frustración, porque es imposible conseguirla, como atrapar la sombra”. 


Y le deja una afirmación extraordinariamente interesante. “Si estás en el cuerpo, en la mente, si estás en el cerebro, ¿cómo puedes ser feliz?”. ¿Han visto “Gru, mi villano favorito”? Esa escena en la que están jugando las tres niñas con minions, dejando el dormitorio hecho una pena, Gru les llama la atención y una de las niñas le indica que ha sido uno de los minions y él responde: “¿Whaaaaaat?” Pues ese minions me ha venido a la mente: ¿Perdonaaaaaaaaa? Pues sí, porque “El cerebro, la mente y el cuerpo tienen sus propias leyes y en su propia dinámica de vida generan dolor, malestar y sufrimiento”. Son nuestros disfraces persiguiendo la felicidad. Nuestra esencia, no busca la felicidad, ni se plantea, no existe, le es indiferente, no la persigue, no la necesita.  Si te estableces en tu centro de paz, ¿por qué habrías de perseguir lo que ya tienes? La paz, que ya habita en nosotros es a lo que debemos aspirar. No perseguir, cuidado con las búsquedas insaciables y de eterna insatisfacción. Lo que tenemos que buscar es dónde radica nuestra paz. Está en nuestro interior, pero es tan insondable como los caminos que llevan al Señor. Y tan único como la huella dactilar. 


Ayer hablaba con mi hermano menor, creo que es la única persona con la que puedo hablar de temas mundanos sociales sin ser tachada de negativa, radical, ceniza y demás apelativos que cada vez me suenan más vacíos. ¿Por qué tanta necesidad, y obsesión, de exposición y aprobación en redes sociales? ¿Por qué tanta perfección del físico, de la belleza? ¿Por qué la obsesión con la belleza nos ha llevado a desnaturalizarla? ¿Cómo es posible que haya gente que con 40 (y 50) años vistan como adolescentes, se emborrachen como adolescentes, se acuestan al alba como adolescentes, estén pegados al móvil y al selfie como si tuviesen 15 años? ¿Por qué buscamos la aprobación fácil, con un sólo botón y de desconocidos? ¿Qué nos pasa cuando tenemos que llevar una moda, una serie de posesiones, una comparativa constante, una necesidad de no quedarnos fuera de lo establecido? 


Si la felicidad es lo externo, no sería tan extraño que se opte al suicidio, que optemos por acabar con nuestra vida para abandonar el camino que, aprovechando esa vida, estamos transitando. Tal vez deberíamos hacerlo del foco de origen, deberíamos “suicidarnos” de lo impuesto, de lo externo, de lo que no nos corresponde, de lo que no alinea espíritu, cuerpo y mente. Y vivir de verdad, desde nuestro centro de paz. 




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