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Estemos eternamente distraídos

 Estaba escuchando, porque hay poco que ver, un vídeo en el canal “Carl Jung: El mundo Oculto” acerca de la película Matrix y sus numerosas interpretaciones y me llamó poderosamente la atención el comentario que hizo el interlocutor entrevistado acerca del proceso de envejecimiento actual. Amén de la obviedad de la imposición de la eterna juventud (a mí me han llegado a decir que con el sueldo que gano me puedo permitir tratamientos de belleza. Sin preguntar), reflexiona acerca de la necesidad de la sociedad actual de mantener a la senectud entretenida evitando la reflexión. El entrevistado, presentado con el nombre de Antonio de Apuntes de Sánscrito, señala: “Se vende la obligación de que la gente mayor debe estar constantemente distraída de la realidad. Es una ratonera perfectamente construida y en la que todos caemos sin enterarnos y consiste en relacionar belleza, salud y juventud. El ego se sostiene de la vitalidad de la juventud,  joven y atractivo equivale a caer en la trampas del ego y en las trampas de una vida acorralada”. 

Lo primero que pensé fue: “No nos dejan en paz ni para envejecer y morirnos”. 


De sobra es conocido que vejez y sabiduría van de la mano. Una buena amiga me comentó hace tiempo un aspecto muy sabio acerca de envejecer: “Lo malo de hacerse mayor es que seas, o quieras ser, igual de gilipollas que cuando eras joven”. Me hizo mucha gracia y le di toda la razón. No es faltar el respeto a la juventud, pero si no evolucionamos en casi todos los aspectos que conlleva el proceso vital conforme avanza, mal vamos.

    


Entiendo perfectamente que cuando estás en activo, cuando la vitalidad te rebosa por los poros, que busquen tu adscripción a la sociedad y los cánones establecidos mediante recursos que nutran el ego, y sacar tajada económica: control en vestuario, comportamiento, cultura, alimentación, belleza, formación, tiempo libre, y lo que se les ocurra. Cabe aquí, seguro. Pero que al llegar la vejez quieran, y quieren, mantener ese nivel con el fin de seguir exprimiendo, me parece vergonzoso. Por desgracia es lo que ya vemos.


Lo primero a lo que se nos indujo es a que la vejez se identifique con la decrepitud y la fealdad. Desagrada, molesta y sobra. Por tanto, hay que modificarla, o mejor dicho, modificar el cerebro para que acepte una “progresiva juventud” según avanzan los años. La vejez tradicionalmente se ha identificado con sabiduría, se ha relacionado con el arcano 9 en el tarot, el ermitaño viejo y encorvado quien portaba un farol como luz de guía, similar a como actúan los conocimientos. La vejez es la antesala de la muerte, nos llega y tenemos que estar preparados para ello. Es el único dato de que disponemos con seguridad al nacer, vamos a morir. Será duro, pero forma parte de la humanidad aceptar la muerte. Puedes huir de la vejez, o peor aún, camuflarla, pero de la muerte no se escapa nada ni nadie.


A día de hoy, y sin que nos demos cuenta, nos están prohibiendo envejecer, el objetivo es que el ego sea quien marque las pautas dentro de una sociedad esclavizada. Eres rentable hasta de viejo. En una silla leyendo, cocinando recetas, saliendo a pasear, haciendo manualidades, jugando a las cartas con las amistades o a la petanca sale muy barato. ¿Cuántas veces vamos a oír los 50 son los nuevos 30, o los 40 son los nuevos 20?

 

¿Quién sabe? Tal vez lo mejor sea paulatinamente aceptar la desnaturalización del ser humano, total, en breve, conviviremos con robots y no será muy conveniente que se noten las diferencias.


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