“La bola de cristal” se empezó a emitir en el año 1984; por aquel entonces yo contaba con 7 años de edad. Sinceramente, no recuerdo qué veía a esa edad, sí que aún me vienen imágenes divertidas de Pumuki y la Pantera Rosa. Sin embargo, y a pesar del contundente éxito, y bien merecido, de la serie infantil que dirigió Lolo Rico, nunca le hice especialmente caso. Realmente soy reticente a aceptar que ya con esa edad entendiese como elemento infantil una muñeca mal peinada con cables eléctricos en vez de pelo. Además, me daba miedo. A quien quiero engañar.
Esa serie infantil fue fuente constante, y sigue en la actualidad, de pensamiento crítico. Inducía a un público infantil, que finalmente atrajo a adultos, a pensar y recapacitar con frases de esta índole: “ Tienes 15 segundos para imaginar, si no se te ha ocurrido nada, a lo mejor deberías ver menos tele”; “Si no quieres ser como estos, lee”; “Sólo no puedes, con amigos, sí”, “Haz deporte no eches tripa, juega limpio, participa”.
En ésta sociedad en la que impera la rapidez, la mediocridad, el mínimo esfuerzo, la inmediatez, el reconocimiento constante, la hiperexposición, no dejamos tiempo a activar la razón ni el pensamiento crítico. Se ha demostrado que cada vez somos más tontos, y aunque es cruel leerlo y aceptarlo, no le falta razón. El CI sigue intacto, el problema es que no lo usamos. Dejamos en manos de máquinas o de otros lo que nos corresponde.
Una de aquellas frases, que yo oí por primera vez con 30 años, y me sigue viniendo constantemente a la mente, fue: “Hay que aprender a desaprender”. Es un tema interesante y muy difícil de aplicar, el hecho de quitar de la memoria patrones, comportamientos, actitudes, expresiones, reacciones, pensamientos, ideas, prejuicios, incluso vocabulario. Repetimos lo que vemos, aprendemos y sellamos lo que hacen los demás, teniendo un especial peso lo que procede de la familia. Realmente el aprendizaje por imitación es la forma más efectiva de crear una marca en nuestro cerebro durante el aprendizaje. Yo, por ejemplo, funciono mejor con error/acierto. Me resulta especialmente divertido equivocarme y volver a empezar. Y a mis casi 50 años sigo haciéndolo.
Destruir patrones adquiridos mediante el lazo familiar es especialmente difícil por el vínculo afectivo. Seré como mis padres quieren que sea por miedo a perder su amor o protección, votaré a quien lo hacen y hayan hecho toda la vida, trabajaré en lo que consideran adecuado para mí, incluso me indicarán la pareja que me corresponde, si mis progenitores o entorno familiar utiliza algún tipo de expresión, por más tonta, soez o ridícula que me parezca la usaré, las tradiciones no se rompen, y así sucesivamente. Obviamente no es una generalidad, hay quienes se adaptan sin más, hay quienes les cuesta pero ceden y hay quienes ni por dinero.
La frase auténtica es “Hay que enseñar a desaprender”, o así es como la he encontrado. Mítica en su orígen y transgresora 40 años después, la Bruja Avería y la Bola de Cristal hacían de la televisión lo que hoy no existe: formaba, informaba y entretenía. Y alentaba al consumo de cultura con imaginación. Siempre que piensen que tiene una piedra en el zapato, recapaciten si hay que desaprender aquello que nos inculcaron y que corresponde a otros, y no a la autenticidad de uno.
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